Hace aproximadamente tres años, obtuve un nuevo trabajo como vicepresidente de contrataciones para una compañía de servicios legales. Estaba emocionada de hacer algo que me encantaba en una nueva compañía. Sentí menos emoción, sin embargo, por lidiar con síntomas de una infección urinaria (IU).
Tenía las señales típicas: dolor, presión y ganas urgentes de orinar. Pero los síntomas aparecían y desaparecían y no había sangre en mi orina. Lo más raro es que cuando fui a una consulta con mi doctor, mi análisis de orina mostraba resultados normales. Ninguna señal de una IU. A pesar de eso, en vista de los síntomas, mi doctor dijo que era una IU y recetó antibióticos.
Tomé las píldoras y traté de enfocarme en el trabajo. Mi trabajo es completamente a distancia y requiere muchas reuniones virtuales, pero hice lo más que pude para no correr al baño cada 30 minutos.
En la tercera consulta con el doctor, estaba desesperada por encontrar un alivio. La urgencia había aumentado. No podía tener reuniones de una hora sin tener que excusarme para ir al baño. Y el dolor estaba empeorando también. Me daba vergüenza tener que excusarme repetidamente para ir al baño, ¿qué mujer de 35 años no puede terminar una reunión?, pero ¿qué más podía hacer?
En realidad, nadie dijo nada pero sabía que debía ser honesta con mi jefa. Le dije que estaba atravesando un problema médico y que todavía no sabía qué era. Así que en una tercera consulta con el doctor, pedí que me refiera a un especialista (un urólogo).
Para cuando tuve la consulta con el urólogo, dos semanas después, el dolor era tan intenso, en ciertos momentos, que no podía pararme por completo.
Estaba acostada encorvada sobre la mesa de exploración cuando dijo que mis síntomas no eran normales. Sentí tanto alivio cuando dijo que no se podía vivir así y se comprometió a identificar qué estaba causando todo el dolor.
Las siguientes semanas son un recuerdo borroso de pruebas incluyendo una cistoscopía que es un procedimiento que permite que tu proveedor de atención médica visualice tu vejiga. Para evitar ausentarme del trabajo, reservaba la primera y la última cita del día. Si no lograba hacerlo, le avisaba a mi jefa inmediatamente para que sepa que no podía contar conmigo.
Sorprendentemente, todas las pruebas de sangre e imagenologías tuvieron resultados normales. Suena raro decir que estaba decepcionada, pero así era. Estaba devastada. Sabía que este dolor no era normal, nada de esto era normal. Incluso mi urólogo estaba confundido. Pidió una biopsia de tejido de mi vejiga. Ahí fue cuando obtuve los resultados de la prueba y me diagnosticaron cáncer de vejiga sin invasión muscular (CVSIM).
La palabra cáncer se sintió como un golpe rápido en el estómago. Sentí que perdí el aliento. Sabía que era una posibilidad, pero ¿en qué forma una IU se convirtió en cáncer?
Empecé a pensar inmediatamente en mi trabajo. Comencé mi trabajo hace solo tres meses. ¿Qué le iba a decir a mi jefa? ¿debería avisarle a mi jefa? ¿me van a despedir? ¿perderé mi nuevo seguro?
Una vez que pasó la conmoción inicial, sabía que tenía que ser abierta y honesta con mi empleador sin importar lo que haya ocurrido.
Fui a nuestra reunión con un plan para seguir trabajando durante el tratamiento y compartí mi horario, incluyendo los días que no podía trabajar. También les avise que no estaba segura cómo iba a reaccionar a la cirugía o al tratamiento pero que el trabajo era importante para mí (al igual que el seguro médico) y trabajar era lo mejor para mí.
Afortunadamente, todos fueron extremadamente solidarios. En retrospectiva, compartir mis deseos al inicio fue útil para seguir trabajando mientras lidiaba con todas las citas médicas, llamadas telefónicas, programación de mis actividades y todo lo que ocurrió después del diagnóstico.
Los meses siguientes, tuve procedimientos para remover los tumores y seis semanas de un tratamiento de bacilos de Calmette y Guérin (BCG) para cáncer de vejiga que involucra inyectar la bacteria de la tuberculosis en mi vejiga y mantenerla allí durante dos horas para que mi sistema inmunológico ataque cualquier célula cancerosa que pudiese estar creciendo.
La cirugía y los tratamientos funcionaron y ahora los resultados de mis pruebas más recientes no indican ninguna evidencia de cáncer. Pero el CVSIM tiene una alta probabilidad de recurrencia, así que tengo un plan de mantenimiento que incluye tratamientos con BCG seis veces al año.
Sigo siendo un libro abierto acerca del cáncer de vejiga y de cómo podría afectar el trabajo. A veces tolero el tratamiento muy bien y al despertar el día siguiente estoy lista para empezar. Otras veces, tengo mucho dolor y estoy tan cansada que no puedo salir de la cama. De cualquier forma, mis colegas saben que el día después del tratamiento es flexible para mí. Esto me da tiempo para escuchar a mi cuerpo y hacer lo correcto para mi salud sin la presión de pedir días libres por enfermedad a último minuto o de ofrecer demasiadas cosas para ese día.
En general, he aprendido a darme permisos para equilibrar el trabajo y el cáncer de vejiga. ¿Qué importa si debo ir al baño cinco veces durante una reunión? Se que nadie lo nota más que yo. Y no limitó mis permisos por enfermedad para sentirme insoportablemente incómoda. ¿Podría terminar el trabajo mientras me quedo dormida frente a mi computadora después del tratamiento? Desde luego. Pero está bien decir, “esta es toda la energía que tengo ahora, pero trabajaré al 100% mañana”.
Cada persona con cáncer tiene necesidades diferentes. Para mí, fue la decisión correcta compartir mi plan con mis colegas y tener un plan por si ocurren cosas inesperadas. He estado haciendo publicaciones acerca de cómo manejar el cáncer de vejiga en LinkedIn y eso me ha ayudado para establecer conexiones con otras personas que trabajan y que atraviesan lo mismo. El cáncer de vejiga puede interrumpir el trabajo a veces, pero no impedirá que logre todo lo que quiero hacer.
Este recurso educativo se preparó con el apoyo de Astellas y Pfizer.
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